jueves, 18 de febrero de 2010

Crónicas VII...


Ciudad del Vaticano... Noviembre/2012

"In nomine Patris, et Filii. et Spiritus Sancti"...

El hombre se puso de pie, después de haber estado mucho rato arrodillado, esa había sido la última oportunidad que le había dado a la iglesia, pero la palabrería sin sentido de ese obeso obispo solo había engendrado mas incertidumbre y dudas en su corazón.

Al salir del confesionario se encontró con un monaguillo que entusiasta sacudía una caja de latón con ornamentos dorados frente a él, las monedas que contenía producían un continuo tintinear metálico, el hombre sonrió...
"¡Casi lo olvido!, el diezmo, esta vez les daré algo muy especial..." Carraspeó sonoramente y escupió dentro de la caja, entonces apartó al monaguillo con un empujón. Afuera de la iglesia, rebuscó en sus bolsillos algo para encender el cigarrillo que tenía atrapado con los labios, pero entonces una pequeña flama surgió frente a él, era era un joven sacerdote que le tendía fuego con un encendedor de plata, después el sacerdote encendió un cigarrillo para sí, el último de su cajetilla. "Sé como te sientes..." le dijo al hombre "y conozco a alguien que puede resolver tus dudas..." El hombre se prometió a si mismo que si escuchaba la palabra "dios" de nuevo, le regalaría al sacerdote la primer golpiza de su vida, lamentando simplemente que para ello tendría que arrojar el cigarrillo sin haberlo terminado. Sin embargo el sacerdote obtuvo de su arrugado hábito un bolígrafo y rompió su cajetilla vacía para obtener donde escribir, al termina le introdujo al hombre la nota en el bolsillo del pantalón. "Por ahora debo irme, tengo una cita a solas con la hermana Elena ¿sábes?", sonrió irónicamente y se marchó. El hombre tomó de su bolsillo la nota, tenía un nombre y una dirección del centro de Roma, suspiró despacio mientras contemplaba el papel, ¿valdría la pena viajar tanto por la búsqueda de respuestas?. Al día siguiente, el hombre dormitaba con la cabeza apoyada en el tren expreso a Roma de primera hora de la mañana. Ya se había hecho de noche, el hombre salió del andén y se dirigió a la dirección que había leído tantas veces hasta memorizarla sin quererlo, estaba muy cerca de la estación así que solo caminó un par de manzanas. No era lo que él esperaba, solo un almacén abandonado, por las tapadas ventanas se colaba a la calle una luz amarillenta. ¿Estaría realmente ahí la persona que podía calmar su sed de conocimiento?, según la nota era una mujer, y su nombre era Sara Di Lodiavo... Pasaron varios minutos antes de que se diera cuenta de que seguía de pie en la entrada del almacén contemplado ese nombre, aunque no sabia que, parecía haber algo en él, algo que se burlaba porque estaba ahí solo para quien podía leerlo. Sin darle mas importancia arrugó la nota y la devolvió a su bolsillo, entonces entró... Sara Di Lodiavo, como cualquier otra persona, se había preguntado dónde estaba dios, al haber crecido en el núcleo de una devota familia de Florencia creía conocer la respuesta, pero... ¿Dónde estuvo dios en aquel accidente de auto que la había dejado huérfana a los catorce años? ¿Quería dios que ella sobreviviera solamente para pasar aquellas horas atrapada entre hierro retorcido contemplado el decapitado cadáver de su madre? ¿Era la voluntad de dios que ella recibiera maltratos y abusos sexuales en aquel orfanato de Venecia? Ahora, ya convertida en toda una mujer, constantemente se preguntaba si aquel hombre con el que compartía su vida, quién no la escuchaba ni la aceptaba tal y como era le había sido enviado del cielo... Dentro del almacén había una veintena de sillas de madera apiñadas alrededor de una mujer, el hombre se había sentado en la primera que encontró vacía, la mujer hablaba, estaba expresando su manera de ver a dios, pero increíblemente combinaba el clásico y repetitivo conocimiento del cristianismo, con tradiciones paganas, rituales Indús y filosofía Budista pero sin dejar atrás combinaciones del Tarot y pasajes de un libro de piel negra con hojas amarillentas que tenía en las manos que leía en voz alta de vez en vez. Su manera de hablar producía en la mente de aquel hombre el efecto de un rompecabezas cuyas piezas se revelaban y se ponían en su lugar una por una. ¿Era la profundidad de esos ojos obscuros?, O tal vez la hermosa sonrisa que dedicaba a la audiencia cuando hacía pausas mientras hablaba. El hombre simplemente no podía dejar de prestarle toda su atención. La reunión terminó de una manera muy peculiar, Sara había notado la llegada de un nuevo miembro al grupo, mientras terminaba su discurso se acercó despacio al hombre, cuando estuvo frente a él, le puso una mano en la mejilla y dijo... "In nomine Diabolous, et Belial, Mammon, Beelzebub, Astaroth et Yahvé" La multitud se puso de pie, las despedidas de unos con otros se eclipsaban por el ruido de las sillas que se arrastraban cuando los presenten las hacían a un lado mientras de dirigían a la salida, Sara desapareció por detrás de una cortina negra... Afuera el hombre intentaba acomodar sus pensamientos, su sed de conocimiento casi se había saciado.Tomó un saco de dormir de la mochila y lo tendió a un lado de la acera, aprovecharía la noche siguiente para invadir a Sara con las preguntas que usualmente no lo dejaban dormir... A pesar de que aquel saco de dormir ya estaba cerrado, el par de sujetos de cabello blanco se alejó un poco antes de iniciar su conversación... "Es peor de lo que creí, ¡Una completa herejía!" "¿Poner en duda la perfecta obra de dios hablando de cucarachas y un refrigerador?¡Jamás había escuchado algo tan estúpido como eso!..." "Su santidad debe de enterarse de esto inmediatamente, esa mujer se arrepentirá..." Sara dormía en una habitación de colores obscuros y llamativos al mismo tiempo, un tributo a la naturaleza dual de las cosas, los primeros rayos de luz solar del día se colaban por una pequeña abertura entre las hermosas cortinas rojas, abrió los ojos despacio, alrededor de su cama habían algunos miembros de la guardia vaticana, uno de ellos le acercó un trapo a la nariz y antes de que Sara pudiera gritar se había quedado dormida de nuevo. "¿No crees que eso es demasiado?..." "Es lo que dicta la ley Vaticana..." "Pero es una hija de dios, ¡no pueden hacerle eso!..." "¡Es una hereje, por lo tanto se merece eso y mucho más!..." Era un murmullo distante y confuso que hizo que Sara entreabriera los ojos, estaba desorientada, pero por el rabillo del ojo notó a un cura joven que sostenía un cigarrillo, y a un obispo obeso quienes discutían acaloradamente, por alguna razón el joven argumentaba a favor de Sara y de su herejía... "Todos tenemos derecho a dudar..." poco a poco las voces se hacían mas claras... "es por eso que dios nos dio el libre albedrío..." "Pero que sandeces estás diciendo?"el timbre agudo de la voz del obispo opacaba el tono pausado del joven..." ¿¿¿es que acaso dudas de dios???..." "¡Por supuesto que no! solamente tengo mi propia idea de lo que es dios, además estoy seguro de que hay algo mas allá de lo que la iglesia puede enseñar..." Sara abrió los ojos, sentía una pequeña presión en las muñecas y alrededor del cuello, estaba atrapada en un artefacto de inmovilización de madera medieval, parecía estar en una terraza dentro de un edificio de paredes blancas, allí habian cientos de instrumentos de tortura. "¡¿Que has dicho?!, ¡¡Sólo existe una verdad absoluta y es la que enseña el cristianismo!!...¡apartenl
o de mi vista!"

En ese momento un par de guardias tomaron al sacerdote por los antebrazos uno a cada ladoy se lo llevaron, el no se resistía pero antes de desaparecer por aquella puerta de bronce gritó:
"¡¡¡Sara Di Lodiavo, Tú eres aquella que dudó!!!..."

El obispo se pasó la mano por el rostro en señal de fastidio, pero reparó en la presencia de Sara y endureció el semblante, se acercó a ella y acarició la mejilla de aquel definido rostro...

"Y tú mi pequeña... espero que estes conciente de que en el infierno tu castigo lo recibirás de aquel al que llaman el Mortous Diabolos..."

Lo que siguió fué lo peor, Sara notó como aquel obispo tomó de una mesa cercana una varilla de metal que culminaba en dos puntas y la acercaba a una pequeña hoguera, después tomó un afilado cuchillo...

"Arripientete, y serás perdonada..."

"No hay peor cuego, que aquel que no quiere ver..." contestó Sara...

"Ya no envenenarás a nadie más con esa ponzolosa lengua..."

El obispo introdujo un par de regordetes dedos en la boca de Sara tomó su lengua y la estiró fuera de su boca, con un suave movimiento de la mano se la cortó, la boca de Sara sangraba copiosamente sin embargo en sus ojos el obispo no encontró señal alguna de dolor...

"Arrepientete, y serás perdonada..."

Sara escupió un chorro de sangre que manchó los blancos hábitos del obispo, quien se acercó al fuego y tomó la varilla de metal, para entonces las puntas ya estaban al rojo vivo...

"Tu sacrilegio te hace indigna de admirar la perfecta obra divina..."

El obispo clavó las puntas de la varilla en los ojos de Sara, quien esa vez no pudo evitar gritar de dolor, un minuto después los ojos de Sara estaban consumidos, parecían dos pedazos de carne chamuscada...

"Arrepienteté, y serás perdonada..."

Sara a punto de perder el conocimiento a causa del dolor, le dedico al obispo una sonrisa, sus dientes estaban manchados de sangre y de lo que quedaba de sus ojos pareciá brotar pus, el obispo hizo una mueca que durante un segundo pareció de miedo pero que enseguida turnó de asco.

Tomó un hacha bien afilada...

"In nomine Patris, et Filii, et Spiritus Sancti"

Con un movimiento rápido decapitó a Sara, ella pudo escuchar el sonido de su cabeza golpeando el suelo durante un momento, entonces se desvaneció...

El sonido del agua la despertó, indecisa abrió los ojos, podía ver, se puso de pie y miró su propio cuerpo, tenía puesto un largo vestido blanco, se llevó los dedos a los labios, dentro de su boca pudo sentir su lengua, el sonido provenía de las veces en que el agua de un rio golpeaba la orilla a unos metros de ella, a lo lejos vio acercarse una barca despacio, al encallar el anciano barquero la invitó a acercarse con una mano esquelética, por alguna razón Sara sabía lo que tenía que hacer, se acercó al barquero quien extendió una mano, Sara negó con la cabeza mientras pensaba como conseguiria que la cruzaran a través de estigia, pero el barquero señaló algo unos metros por detrás de Sara, miró, había un esqueleto, Sara se acercó al esqueleto y vio de nuevo al barquero por encima del hombre, quien ahora se tocaba la cabeza con la mano, Sara entendió y arrancó el cráneo del esqueleto con un crujido.
Entonces el cráneo empezó a hablarle...

"Tú eres aquella que dudó, ¿será tu castigo peor que el mio?"

Mientras Sara regresaba a la orilla junto al barquero notó que el cráneo estaba marcado directamente en el hueso de la frente con el número uno, instintivamente se llevó una mano a la suya, tenía una herida profunda que estaba segura que le llegaba hasta el hueso, sin embargo no le dolía ni sangraba, un perfecto numero 7...

El barquero recibió el cráneo, durante un momento lo sopeso en la mano, y le indicó a Sara que se subiera a la barca con un movimiento de la cabeza, puso el cráneo en la parte alta del remo, aprovechando los orificios de las cuencas y zarpó...

Tal vez fueron horas, quizá solo unos minutos, el adormilante movimiento de la barca al cruzar el rio daba la sensación de que el viento se detenía, de un momento a otro Sara ya había descendido de la barca al otro lado del rio, entonces el barquero señaló un camino por detrás de ella y regresó al rio, tomando la ruta por la que había llegado...

El lugar en el que Sara se encontraba ahora estaba sumido en un silencio sepulcral, a pesar de que veía el agua golpear la orilla no podía escucharla, empezó a seguir el camino trazado por el barquero a lo lejos un destello caminaba hacia ella, Sara se detuvo, poco a poco la figura se hacia mas clara confrome se acercaba, era un hombre con la piel negra que se consumía poco a poco por el fuego que bañaba su cuerpo, Sara gritó o al menos eso creyó porque de su boca no salió ningun sonido, aquel hombre en llamas se llevó un dedo a los labios y le pidió silencio, después articuló con la boca...

"Tú eres aquella que dudó, ¿será tu castigo peor que el mio?" En la frente de aquel hombre, brillaba como brasas ardientes el número 2.

Siguió caminando paso por el lado de Sara y se perdió de vista...

Sara caminó largo rato, hasta que sus pasos la condujeron a una caverna, dentro la peste a excremento sudor y sangre era insoportable, escuchó una respiración pausada seguida de unos gruñidos, Sara siguió el sonido hasta un claro en donde por un orificio en la parte de arriba de la cueva se colaba una luz rojiza, ahí, había una bestia gigantesca con tres cabezas, miraba fijamente a Sara con sus tres pares de ojos, sin embargo no la atacó solo se limitó a enseñarle los enormes colmillos, atorado entre los colmillos había un cuerpo despedazado cuya mayor parte completa era la cabeza que estaba unida a un pedazo del torso, al rostro le faltaba mucha piel, los músculos se veían mordisqueados, y no tenía un ojo, al ver a Sara pasar por delante de la bestia, el rostro le habló...

"Tú eres aquella que dudó, ¿será tu castigo peor que el mio?"

En ese momento la criatura abrió las fauces y empezó a masticar lo que le quedaba en la boca, los gritos se perdían en la profundidad de la bestia...

Al salir de la cueva, Sara escuchó el zumbido de cientos de insectos, a los lejos, un demonio alado gigantesco observava con curiosidad un pedazo de madera que daba la espalda a Sara, para seguir el camino tendría que rodar el madero y admirar de igual forma lo que el demonio, al hacerlo a Sara se le revolvió el estómago eran los restos de lo que alguna vez fue una persona, pedazos de carne, de piel, intestinos, todo estaba regado por todas partes y los insectos se devoraban lo que encontraban.

Había un pedazo de piel tirado en el suelo, parecia ser una mascara, eran los restos del rostro, tenía marcado en la frente un número 4 y al ver a Sara movió la boca...

"Tú eres aquella que dudó, ¿será tu castigo peor que el mio?"

Un centenar de insectos voló hacia lo que quedaba del rostro y lo devoró...

Al no escuchar mas el murmullo de los insectos, Sara se dio cuenta de que había entrado a otro lugar ahí solo había lo que parecía una persona de grandes dimensiones, sin embargo no podía verle el rostro, lo unico que veía era a la serpiente gigantesca que se enroscaba en su cuerpo, debajo de él, como esperando una respuesta, había un hombre en los huesos, parecía estar muriendo de hambre, Sara se acercó, aquel hombre la miró, tenía en la frente un número cinco, entonces con una voz deshidratada le dijo...

"Tú eres aquella que dudó, ¿será tu castigo peor que el mio?"

La enorme serpiente se desenrosco un poco para acercarse a Sara, vio el numero de su frente y se acercó al rostro culto por sombras del gigante, quien un segundo después habló con voz de trueno...

"Sara Di Lodiavo... tu eres ansiosamente esperada por el Mortus Diavolos... Continua tu camino, ya casi llegas..."

Sara siguió caminando, miró sobre su hombro como aquel hombre desnutrido preferia estar en su lugar en vez de estar ahí muriendo lentamente...

Sara ahora estaba un lugar lleno de sangre... cientos de mujeres rubias desnudas caminaban por ahí, todas tenían los ojos en blanco y caminaban sin rumbo como esperando algo, entonces una de esas mujeres se acercó a Sara y violentamente la tomó del rostro...

"¿Eres tú Paul?... He estado esperándote..."

Durante un segundo Sara se quedó muda de la impresión, pero al no recibir respuesta, aquella rubia la soltó y volvió a caminar en círculos...

Por fin había llegado a su destino, sabía que el séptimo círculo del infierno era al que le correspondía llegar, al inicio un tablón muy antiguo rezaba lo siguiente...

"Quomodo cecidisti de caelo, lucifer, fili aurorae?! Deiectus es in terram, qui deiciebas gentes!, qui dicebas in corde tuo: 'In caelum conscendam, super astra Dei exaltabo solium meum, sedebo in monte conventus in lateribus aquilonis; ascendam super altitudinem nubium, similis ero Altissimo'"

Sara lo entendió aunque nunca en su vida había estudiado latín antiguo, era una maldición, dirigida a Lucifer al haberse revelado contra dios, de los mismos labios del arcángel Gabriel, en ese momento Sara por primera vez en muchos años sintió miedo...

Una persona que se le hacía vagamente familiar se le acercó...

"Bienvenida Sara, el gran maestro y yo hemos estado esperándote... yo soy a quien en vida conocían como Iscariote, pero eso no es lo importante, recuerda que tu eres la que dudó...¿Será tu castigo peor de los que has visto?" preguntó Iscariote sonriendo..."Permíteme acompañarte..."

Por la mente de Sara, transcurrio en un momento el camino que había recorrido hasta ahí, los horripilantes castigos que había visto, ¿Qué era lo que le esperaba?

"Lucifer!! Mortus Diavolos, Nec Deus, Nec Archangelus" recitaba Iscariote mientras caminaban

Al final de aquel camino tormentoso Sara se encontró con algo, era una criatura que cambiaba miles de veces de forma, un segundo era un pequeño, al otro un vago con harapos, al siguiente un hombre mal encarado de curiosos bigotes, cambiaba cada segundo, pero de repente dejó d hacerlo, la apariencia que mostraba ahora era una que Sara consideraba horripilante, su peor miedo echo realidad, Lucifer el Mortus Diavolos. Iscariote llevó a Sara a los pies de Lucifer, y se alejó, en ese momento lucifer estiró unas gigantescas alas, Sara cayó de rodillas y empezó a llorar...

Al ver esto, Lucifer rodeó a Sara con sus alas y la atrajo hacia si...

"No temas hija mía, ahora estas en el sitio al que perteneces, y mientras estés conmigo... nadie te hará daño..."

Al sentir el abrazo cálido de Lucifer, a Sara se le disiparon los miedos y el dolor, por primera vez en toda su vida, se sentía realmente protegida...

Lucifer Mortus Diavolos...


Este escrito fue encontrado por accidente en la entrada de un volcán sumergido dentro de magma solidificado durante una expedición, las pruebas científicas no pueden explicar el material en el que fue escrito, mucho mas resistente que el acero ya que no sucumbió a la lava pero al parecer frágil y liviano como una hoja de papel, la escritura parece estar hecha con un metal ardiendo del tamaño de un dedo índice...aun se hacen pruebas para dar una explicación